Foto: La República
La Comisión de Derechos Humanos (COMISEDH) rechaza el intento de manipulación de la opinión pública que el acusado Daniel Urresti Elera realizó en un artículo referido al juicio oral en su contra por el asesinato del periodista Hugo Bustíos Saavedra, que actualmente está en la fase de presentación de pruebas documentales y debate, previa a la sentencia.
En el texto “Me denunciaron por violación”, publicado el lunes 17 de abril, Urresti rememora lo que, desde su punto de vista, aconteció el 2 de octubre del 2015, día en que Ysabel Rodríguez Chipana, testigo del Ministerio Público, lo acusó, en calidad de testigo presencial del crimen de Bustíos, de haber participado en la muerte del corresponsal de la revista “Caretas” y de, además, haber abusado sexualmente de ella en dos ocasiones para amedrentarla.
COMISEDH se ve obligada a responder al mencionado artículo, exponiendo de manera concisa la verdad acerca de la señora Ysabel Rodríguez Chipana y su testimonio.
Lo que Ysabel Rodríguez vio
El 24 de noviembre de 1988, Ysabel Rodríguez Chipana presenció el asesinato de Hugo Bustíos Saavedra, a quien conocía personalmente, y la tentativa de asesinato de Eduardo Yenny Rojas Arce, quien sobrevivió al atentado. En la audiencia del caso Bustíos realizada el 2 de octubre del 2015, Rodríguez refirió cómo una patrulla del Ejército conformada por el capitán “Arturo” (seudónimo de Daniel Urresti), el capitán “Ojos de Gato” (Amador Vidal Sanbento), el sargento “Centurión” (Johnny Zapata Acuña) y otro militar a quien ella no identificó, atentaron contra la vida de los periodistas. Ella conocía a estos militares porque ayudó a construir el cerco perimétrico del cuartel de Castropampa, encargado a las comunidades campesinas de Huanta.
“Ellos estaban con polos blancos y pantalones jean […] Entraron dos en mi cocinita y dos al frente […] Eran el capitán ‘Arturo’ con ‘Centurión’; en la otra casita era el señor ‘Ojos de Gato’ y otro que, la verdad, no lo conozco bien […] yo no sabía qué iban a hacer, pero estaban armados. [Llegó Hugo Bustíos] en una moto, con un señor más […] y ahí empezaron a disparar. El señor Hugo decía: ‘¡No disparen, no disparen, no disparen, somos periodistas!’ Pero seguían disparando y entonces el señor Hugo se cayó […] gritaba: ‘¡Yenny, corre, corre, escápate, son militares!’”.
Ysabel Rodríguez no vio quién puso el explosivo sobre el cuerpo de Bustíos, que fue destrozado. Mientras huía junto con sus hijos, solo escuchó una explosión y vio la polvareda que esta causó.
El 26 de noviembre, dos días después del asesinato, los pobladores de Erapata y otros pagos cercanos fueron citados obligatoriamente por los militares al cuartel de Castropampa. 18 personas (12 varones y 6 mujeres) quedaron detenidas, entre ellas Ysabel Rodríguez junto a su hijo menor, a quien cargaba en la espalda por ser aún lactante. Los detenidos fueron sometidos a maltratos. Tres de las mujeres fueron violadas sexualmente, entre ellas Ysabel. A ella la violó el capitán “Arturo”, según testificó ante la Sala Penal Nacional.
"Tenía una carpa como oficina [...] Ahí me llevó, me quitó a mi hijo que estaba en mi espalda […] Ahí en el piso [me violó]”.
Los detenidos fueron entregados por el Ejército a la Policía de Investigaciones del Perú (PIP), en Huanta. Las mujeres fueron liberadas 4 días después.
“Te voy a hacer polvo, ceniza”
La noche del 1o de diciembre, mientras Ysabel Rodríguez y sus cuatro menores hijos dormían, un grupo de militares al mando del capitán “Arturo” irrumpió en su casa. Éste la violó por segunda vez, con el fin de amedrentarla y evitar que denuncie el crimen que ella había presenciado.
“Llegaron y me dijeron: ‘Carajo, conchatumadre, tú sabes, si hablas cualquier cosa te voy a hacer polvo, ceniza a toda tu familia’ […] Me quitó a mi hijo, […] me jaló de mi cabello, me ha hecho caer al suelo y […] abusó de mí […]. A mí me ha hecho mucho daño ese señor, el capitán ‘Arturo’”.
Como la gran mayoría de víctimas de violencia sexual, la señora Ysabel Rodríguez calló por muchos años lo sucedido, por temor a las amenazas contra ella y su familia, por vergüenza, por la impunidad generalizada de estos delitos y por la estigmatización que sufrían las campesinas víctimas de violación sexual durante el conflicto armado interno.
Por otro lado, las amenazas del capitán “Arturo” eran verosímiles, dado el poder casi absoluto de los militares en Ayacucho durante la violencia política y la impunidad de la que gozaban los violadores de derechos humanos, sobre todo cuando sus víctimas eran campesinos y pobres. Baste con decir que otro testigo directo del asesinato de Bustíos, Alejandro Ortiz Serna, fue asesinado de un tiro en la cabeza meses después.
¿Cómo reconoció la Sra. Ysabel Rodríguez al capitán “Arturo”?
A inicios de 2015, Ysabel Rodríguez Chipana reconoció al capitán “Arturo” en la Plaza Mayor de Lima, donde se encontraba con los dirigentes de “Los Pacificadores de Huanta”, asociación a la que pertenece y que agrupa a miembros de las rondas campesinas que lucharon contra el terrorismo y quienes construyeron la muralla perimétrica del cuartel de Castropampa. Habían venido a Lima a hacer gestiones.
En la Plaza Mayor, la distancia entre la que se encontraban Rodríguez y Urresti era de aproximadamente 10 metros. Después de la conmoción que el reconocimiento le causó, decidió contar su verdad.
“Nunca jamás voy a olvidar esas sus cejas, su nariz, sus labios. ¡Cómo no voy a reconocer a este hombre que a mí me ha violado en dos oportunidades!”.
Las carcajadas del capitán “Arturo”
Antes de que Ysabel Rodríguez diera testimonio ante el Colegiado “B” de la Sala Penal Nacional, Daniel Urresti inició una campaña para desacreditarla, como persona y como testigo. Para esto recurrió a acusadores y a presentar documentos que supuestamente implicaban a la señora Rodríguez como terrorista “arrepentida”. Entonces y ahora nos preguntamos: ¿Por qué la ferocidad del ataque contra una testigo a la que Urresti supuestamente no conocía, y que todavía no había declarado?
Durante el testimonio de Ysabel Rodríguez, el 2 de octubre de 2015, Daniel Urresti no tuvo ningún reparo de burlarse de ella. Aplausos y carcajadas, acompañados de un “¡Bravo!”, perturbaron la declaración de la testigo. Los jueces ordenaron su expulsión y que esperara en un ambiente contiguo de donde se desarrollaba la audiencia. Segundos después, los magistrados dispusieron un receso en la sesión. Urresti se cruzó con el fiscal superior Luis Landa Burgos, a quien le dijo: “Puta, qué bajeza, ¿van a creerle a esa terruca?”.
La periodista Rosa María Palacios describió la escena de la siguiente manera:
“‘Terruca’, ‘el enemigo’, ‘la voy a denunciar por mentirosa’, ‘ella no vivía ahí’, son los descargos de un Urresti que aplaudía y se reía mientras esta mujer campesina, con sólo primaría, lloraba mientras recordaba lo que tuvo que sufrir más de 25 años atrás. La cara de Urresti en esos minutos es inolvidable. La cara del capitán ‘Arturo’, amo y señor de todos los campesinos a los que llamaba ‘terrucos’ sin distinción, estaba ahí con toda su prepotencia, con todo el racismo y el desprecio que podía mostrar. Regresó, él solito, a la base de Castropampa en Ayacucho. Se sintió en 1988”.
Violencia sexual
Uno de los aspectos más graves del conflicto armado de 1980-2000, que ha permanecido invisibilizado y silenciado, es la violencia sexual contra las mujeres, perpetrada de manera masiva en todo el ámbito del conflicto. La Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) señala al respecto:
“Esta realidad nos permite hablar de una ‘violencia de género’ durante el conflicto armado vivido en el Perú, dado que la violencia sexual afectó a las mujeres por el solo hecho de serlo […] las que sufrieron algún tipo de violencia sexual formaban parte de sectores especialmente vulnerables por su marginalidad. La gran mayoría eran analfabetas o sólo habían llegado a cursar la primaria […] Asimismo, las víctimas eran mayormente mujeres quechuahablantes (75% de los casos), de origen rural (83%), campesinas (36%) o amas de casa (30%). Dicho de otro modo, fueron las peruanas más excluidas, y por lo tanto desprotegidas, las que sufrieron con mayor intensidad la práctica de la violación sexual”.
Durante el conflicto armado, la violencia sexual fue un mecanismo de intimidación, humillación y tortura, cuyas víctimas fueron básicamente mujeres campesinas como la señora Ysabel Rodríguez. Pese a la gravedad de los hechos, la impunidad, hasta ahora, protege a sus responsables.
Urresti se victimiza
En el artículo mencionado, Daniel Urresti pretende victimizarse y manipular a la opinión pública, tergiversando groseramente la verdad y renovando sus ataques contra la señora Ysabel Rodríguez Chipana, testigo del Ministerio Público. Esto ha sido parte de su estrategia de defensa durante todo el juicio oral, por lo cual no nos sorprenden sus palabras, pero tampoco dejan de indignarnos.